sábado, 21 de diciembre de 2013

La cuadra de las mujeres bellas




Él se desplegó por sobre la cuadra donde creía más conveniente conforme al sitio donde se dirigía; pero allí, mientras las intenciones que se proyectaban en su mente permanecían relacionadas estrictamente con el ámbito laboral, como si sólo pudiera pensar en su trabajo las veinticuatro horas del día, se vislumbraba que enfrente suyo una voluptuosa mujer de cabellos rubios y gafas negras se acercaba hacia él con pasos sigilosos disfrutando su capacidad de erotizar hasta una planta. Cuando él levantó la mirada, y mientras continuaba pensando en las acciones que iría a hacer al llegar a su empleo y que luego no haría pensando que, con sólo pensarla en el camino, ya se hicieron, logró verla en un destello implacable. Ya se encontraba a su altura y la había pasado por alto en más de la mitad del recorrido. Cuando ella pasó por su costado, su camisa pareció temblar, y sus pensamientos inmediatos se centraban ahora en una supuesta posibilidad que desperdició por haberse sumergido en un estado de trance estúpido en el que parece olvidarse que es una persona. Más allá de ser “sólo otra mujer linda que camina por la calle”, él no sentía que fuera “sólo otra mujer linda que camina por la calle”. Algo debía tener para haberlo dejado descorazonado en tan sólo unos segundos, pero decidió no perseguirle y permanecer siendo fiel a la cúpula de cobardes.

Se permitió sacar un chicle del bolsillo entre tanto tiempo agitado y consumido, aunque mascó más bronca que sabor. Pasos delante de él, una joven morocha exuberante se distraía con el celular. Poseía un vestido floreado que apenas no llegaba a dominarle las rodillas, y si bien no era la piel de los brazos y los tobillos aquella que más excita a los hombres, su rostro era lo más lindo que había visto en su vida luego de la Hewlett Packard con la que se cansa de imprimir día tras día documentos ilegibles. La nariz, diminuta y con una resbalosa punta, superaba la perfección. Aquí no había gafas de por medio. Dos ojos verdes claros que hipnotizaban cuando levantaba la cabeza para observar de izquierda a derecha como si estuviera paranoica y no quisiera que nadie vea qué es lo que dialoga por su whatsapp. No tenía defectos. No existían, ni en su zona facial ni en el resto de aquello que le estaba permitido ver, granos, hinchazones, arrugas, moretones, boqueras, sarpullidos, ni ninguno de esos elementos con que los hombres superficiales suelen atenerse con el fin de no reconocer la belleza que se encuentra delante. Él comenzó a acercarse sin descuido, caminando recto hacia ella, rezando un oops que nunca llegaría. La joven atractiva frenaría en su espacio, guardaría el celular y se sentaría en un banco de piedra ubicado a unos metros hacia la derecha del hombre. Ya no podía volver. Frenar, simular un retroceso y sentarse al lado de ella hubiese sido apostar al caballo rengo.

No tenía segundos para lamentarse. Estaba con apuros y debía llegar puntual. Quién sabe qué sucedería si no lo logra cumplir por primera vez en sus dos años de trabajo. Desde la lejanía, otra mujer parecía aproximarse. También morocha, pero ya más madura, vestía una remera desaliñada que dictaba la frase “Say what you want, what you really really want” y el pelo suelto, como aquellas mujeres que rondan los treinta pasados y cuarenta cercanos y se rehúsan a abandonar sus tiempos de juventud. En este caso, bien parecía emular a Joan Jett, pero una Joan Jett más pulcra y menos vulgar, más cuidada y menos violenta. Si bien existe el maquillaje imperceptible, su rostro también lucía como una colegiala, y los jeans, apenas ajustados y oscuros, acrecentaban las esperanzas regeneradas de un imperioso fotocopiador. La estudió en silencio, como los vampiros enfocan sus ojos en la presa antes que sus colmillos. Esta vez estaba decidido a animarse a cachetear su pasado frustrado e imponer su hombría, esa hombría que, a su pesar, no había heredado de su padre. Cuando ella se agachó a recoger algo que jamás pudo ver bien qué era, , notó que detrás se acercaban una cantidad alocada de mujeres despampanantes. Robots de la belleza, pinturas con forma humana, muñecas vivas, adoradoras de la excelencia, practicantes del culto a la perfección. Cerró los ojos y evitó verlas durante unos minutos, temiendo que fueran hidras y terminara él convirtiéndose en otro banco de piedra. Recordó entre tanta vorágine visual, casi como para excusarse de su nueva y probable cobardía, que había tomado el camino incorrecto. En aquella cuadra no se encontraba su trabajo, sino en la de enfrente. Observó el reloj con desidia y cruzó la avenida por la mitad de la cuadra. 
Ya alojado en la cuadra correcta, enfrente de él se concentraban una serie de mujeres con destinos diferentes pero el panorama no se acercaba ni a centímetros del reciente. Estábamos hablando ahora de señoras de edad, de mujeres con orejas más grandes que otras, con tatuajes horribles en el cuello, con pestañas desfasadas, maquillajes pobres, kilos de más, tacos desopilantes y bocas imperfectas. Horrorizado con ese espectáculo de fenómenos, intentó cruzar nuevamente con la fortuna negativa de que los autos no cesaban de pasar. No importaban las luces de los semáforos, los vehículos no se detenían, no regalándole ni un metro para que pueda animarse a volver a la cuadra que había tomado por error. Debía quedarse en aquella cuadra en la que ahora estaba. ¿Pero cómo…? ¿Con esas mujeres horribles?, ...pero ¿Eran realmente horribles, deformes, tan desagradables y viscosas, o eran acaso normales y su vara había quedado demasiado alta?, filosofó. Y fue así que comprendió que la cuadra donde se encontraba ahora le correspondía a él. Entre los feos o los normales, pero no entre los perfectos y utópicos.

Cuando llegó al trabajo, su jefe le preguntó alarmado a qué se debía este retraso inusual de quince minutos. Traspirando, y algo consternado, justificó “Es que encaré por la cuadra de enfrente, señor, por la cuadra de las mujeres bellas”. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mejor no.





Sentirse mejor que el otro puede ser perjudicial para el mundo. Creerte mejor. Como si existiera algo que se tiene y que te hace superior al otro. Esto conlleva una serie de pensamientos que lejos están de promover la unión. Porque creerse inteligente pero no tener el don de argumentar fuertemente para revalidar una teoría que se ubica cerca del nacionalsocialismo es contradictorio. A su vez, deberíamos contemplar que resulta razonable que no se pueda defender lo indefendible. Podría ensayarles, con el bien de ser claro, algunas respuestas cliché y que parecen salir sin previo ni profundo análisis, careciendo de legitimidad. "

"Soy mejor porque trabajo". Esto, como dicta el slogan y traducido al por mayor, querría decir que todos aquellos que trabajan se pueden considerar mejores que aquellos que no. Ahora, ¿Qué sucede cuando lamentablemente este hombre es despedido y alguien que no le cae bien se encuentra con trabajo? ¿Tendría la "nobleza" de reconocer que ese tipo es mejor que él sólo por estar trabajando? ¿Y qué sucede con aquellos que estudian y no trabajan? ¿Aquel cajero de Mc Donalds vendría a ser "mejor" que el estudiante de Ciencias Políticas en la UBA? Pero ¿Qué es lo que sucede lego? Que otra frase célebre, que suele acompañar esta, es "Soy mejor porque tengo cabeza" haciendo hincapié en la supuesta capacidad intelectual. Entonces, mediante esa teoría, aquel desempleado que estudia Ciencias Políticas es ahora mejor que el laburante de Mc Donalds. Y se te cayó la torre. Lo cierto es que no, no es mejor ni peor. Es. Y resulta casi hasta infantil tener que aclarar o justificar semejante tontera.

"Soy mejor porque yo puedo y ellos no". Aquí es donde se presta una confusión de tamaña manera. Hacer algo mejor que el otro no te convierte en alguien mejor que otro, sólo estás siendo una persona que hace algo mejor que el otro. Tan simple como eso. Por supuesto, y deberíamos tener bien en cuenta, que el "Hacer mejor" es completamente subjetivo, y a su vez, que la persona (o personas) con quienes te estás comparando seguramente hagan otras cosas con mayor soltura que vos. ¿Entonces pasarían a ser mejores?
Pero esto no finaliza en cuestiones laborales o económicas, sino que se traslada al campo que más sentimos que nos representa: La cultura, tomando a la música como máximo exponente. Hay una constante que deviene en quejarse, y hasta reírse, de la persona que desconoce algo que nosotros sí (y que según uno, deberían saber para poder escucharlo/ir al recital/ir al evento, etc), como una suerte de competencia no escrita en la que siempre el que cuestiona y supuestamente sabe es quien queda bien parado. Acá la necesidad que se toma como parche es falsa: No ha de interesarle que la persona sepa. No ha de interesarle, mucho menos, que la persona se ponga al tanto de todo. Tampoco ha de interesarle que todos los que vayan a un recital sepan tanto como él. Porque esto lo quitaría del pedestal. Entonces, en lugar de corregir al equivocado y ayudarlo a que entienda los códigos del ambiente, se elige denigrarlo para seguir siendo aquel que sabe más que el otro, para seguir siendo aquel que "es mejor" que el otro.

Para no perder el tiempo desmitificando lemas ya desmitificados, me concentraré en, quizás, el comentario más nocivo y particular del hipotético hombre dios, que termina en quitarle el derecho a todos los que no coinciden con nosotros, siendo aún más extremista. Y que desde las leguas propone "eliminar de la tierra al ser inferior a mí". Este "pensamiento" (lo pongo entre comillas porque considero, con toda sinceridad, que esto no es pensar. Pensar, en estos términos, implica la intención de solucionar un problema, e ir hacia la destrucción está lejos de ser una solución loable, ya que no es más que un impulso simplón que tiene como interés principal aplicar un ley tan inexistente como desigual que no se pediría tener si uno estuviese involucrado, es decir que, sólo se pide porque uno está seguro que no será damnificado) pone en jaque la mayoría, por no decir todos, los dichos anteriores, y poco hace falta que deba aclararlo. Los privilegios en los que uno siempre resulta bien parado no son equitativos y representan un estilo burgués de grupo selectivo, cerrado, que terminan dando a entender que sólo importa él. Porque él es mejor. Y que todas las leyes, antes de ser puestas en movimiento, deban ser cuestionadas por él, una supuesta palabra de autoridad que está dispuesto a perder tiempo hablando de males que no son tales y alejándose de hacer el bien, creando un mundo personal que excede la lógica. Porque la autocrítica queda fuera de campo. Y sólo le importa el culo propio, como si él jamás defecara. 
No somos mejor que nadie, no somos peor que nadie. Somos presos y responsables de nuestros actos. Y así como se celebran los éxitos, no habrá nada peor que convivir una vida llena de culpas y remordimientos, y darse cuenta a cierta edad que la casa en la que nos criamos estaba encerrada en una gigantesca burbuja que lamentablemente sólo explota cuando algún hecho que desequilibre la balanza termine sucediendo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Un estado amenazante.


Para vos, gil, que te llenas la boca hablando de mí cuando yo no hablo nunca de vos. Jamás hablo de vos. Jamás te dedico estados, como por ejemplo este. Lo que tengas para decir me chupa un huevo, no le doy importancia, por eso escribo este estado. Porque no me importa lo que decís. Lalalala. No te escucho. Y tengo huevos para decírtelo por acá y no por mensaje privado. Y tengo tantos huevos, tantos, que no me animo a poner tu nombre y escracharte. Porque eso sería demasiado. Pobrecito. Sino alto escrache te comías, gil. Zafaste porque soy muy cagón nada más.

Mejor que no te cruce por la calle porque si te veo, si te llego a ver, cruzo la calle, te puteó de lejos y me voy corriendo. Así que cuidate.
Si seguís hablando mal de mí, fuiste. Sí, te estoy amenazando, pero no de muerte porque sino voy preso. Te estoy amenazando porque queda bien que lo haga, me hace parecer más hombre aunque le tenga miedo a los escarabajos, y en una de esas me gano un puñado de likes. Podría contar todos tus secretos. Todos. Pero no me sé uno. Si en una de esas escucho uno por ahí, agarrate eh. Ah, y si me bloqueas mejor. Me ahorrás el paso de no tener que leerte, aunque me gustaría saber lo que tenés para decrime después de leer este estado así que probablemente crearía un facebook trucho, te mandaría una solicitud de amistad, esperaría que me la aceptes y leería tu estado porque, como decía en la primaria, "lo importante no es que hablen mal o bien de uno, lo importante es que hablen de uno". Era una forma de consolarme y sentirme importante cuando se esparció el rumor de que me vieron haciéndole el amor al pizarrón con lapiz labial encima.

Eso si. Más te vale no aparecerte por mi casa porque eso sería terrible. Seguramente me encontrarías masturbándome y no estaría bueno. Tengo una suerte de adicción con eso. No lo puedo parar. Al asunto, me refiero, no a eso. Eso sí lo puedo parar, justamente por eso lo hago todo el día. Fui al médico y me recomendó que me cortara las manos. El manco me dijo que a él le había resultado.

Ya sé, te morís de envidia. Te doy envidia. Es obvio. Pero tranquilo, algún día vas a lograr ser como yo. Sólo tenés que abandonar todo lo que tenés y pajearte un poco más. Y ahí, recién ahí, voy a volver a darte la mano. Si es que aún la tengo.

BUENO. CHAU. NO ME IMPORTAS. A VER SI LO ENTENDES. LALALALA. NO TE ESCUCHO. SALTA LA LANA, PATA DE RANA. CHIKIPINPINPAM CHIKICHIKIPAM CHIKIPINPINPAM PANAM. TE DESEARÍA LA MUERTE PERO SENTIRÍA MUCHA CULPA ASÍ QUE OJALÁ TENGAS UNA LARGA VIDA ASÍ PUEDO SEGUIR DEPOSITANDO MI ODIO EN VOS. ADIOS.
Principio del formulario

sábado, 21 de septiembre de 2013

Test de personalidad.




A veces se está a pasos de lograr lo que uno quiere, pero no lo sabemos. De más está decir que se debe a que no se sabe lo que uno busca. Ese sentimiento de "Vinimos al mundo por algo" que tenemos todos. O no. Algunos no lo tienen, y simplemente ven correr sus días sin demasiadas modificaciones, siempre esperando que del cielo caigan centenares de billetes verdes porque la plata hace a la felicidad. Después de tantos palmares tan personales como poco aplaudibles logramos observar, haciendo un repaso breve, que nos hubiera gustado desperdiciar nuestras vidas de una forma más jugosa. ¿Pero qué sucede cuándo no se tiene personalidad? ¿Se puede no tener personalidad? Y si se tiene... ¿Cómo se sabe si es la correcta? ¿Cómo se sabe si esta personalidad que adoptamos e intentamos respetar porque creemos que representa nuestra manera de ser, no está en realidad evitando que nuestras vidas sean más felices y completas? ¿Acaso no nos están limitando?

Hace unos meses observé una situación que me llamó la atención. Deambulaba una tarde por el microcentro, y a mi costado un hombre hablaba por teléfono con otro de su sexo al que le mencionaba casi incansablemente que lo extrañaba, que era su amigo, y demás cosas. Al cortar, su rostro cambió. Se mostraba acongojado y con expresiones parcas. Intuí que volver al trajín rutinario lo deprimía de sobremanera y por eso se dedicaba a imitar a un amigo que jamás querrías tener. Segundos luego, volvió a sonar el celular. Era nuevamente este supuesto amigo. No había logrado retener la conversación anterior, pero ahora, más concentrado en lo que sucedía a mi izquierda, puse en pausa la radio en mi celular y aún con los auriculares puestos me encargué de prestarle mayor atención al diálogo. Era forzoso. Un cúmulo de mentiras obvias salían de su boca. Podría reproducir algunas frases pero no tendrían fuerza porque la alevosía de sus falsedades se percibía en sus gestos. Ahora, este hipotético amigo bien podía ser el hermano de su mujer con el que intentaba congeniar para no poner en juego su relación o el primo de su jefe con quién tenía una amistad a regañadientes para no ofuscar a su patrón, pero me invitó a analizar este asunto que cotidianamente se conoce como "caretaje".

¿Qué significa la palabra "Careta", al menos en el sentido en que la usamos con regularidad? Abreviando el asunto, alguien que pretende ser alguien que no lo es. Sin embargo, esto no significaría necesariamente una falta de personalidad, sino una personalidad ambigua, que se vende al mejor postor, o que mejor dicho, nos da verguenza aceptar. El problema mayor aparece cuando la exageración entra en juego, y aquí nos podríamos correr (sí, pocos metros pero algo) de la palabra "Careta", que como dije, sigue atada a estas "cosas que pasan". Cuando hablo de exageración, hago mención a exacerbar algo que puede ser o no, pero que en ninguna forma es lo que esa persona dice que es. Teniendo este ejemplo a mano y planteando la hipótesis de que este hombre era en realidad su amigo, las palabras de cariño y la repetición de que esta persona es su amigo cada veinte palabras no hacen más que desenmascarar que lo que sucede ahí no es tal, y que sus expresiones son en realidad deseos de lo que le gustaría que sucediera, deseos de lo que le gustaría tener. Porque cuando no tenemos algo (pasión, amor, deseo, amistad) parecería que deberíamos exagerar lo que tenemos como si así pudiésemos valorarlo cuando en realidad sólo lo estamos alejando más. ¿O acaso a alguien le gustaría que una persona con la cual tenemos afinidad nos moleste con frecuencia para volver a recordarnos que es nuestro amigo mientras estamos hablando de un plan normal que no da a lugar emotividades?

Pero también sería injusto si me pondría a destacar a todos aquellos que dicen lo que piensan sin siquiera pensar. Aquellos que poseen una personalidad definida pero que están extremadamente orgullosos de la misma, como si no hubiera una mínima chance de error en sus teorías. "No soy forro, soy realista" debe ser de las frases más mencionadas en esta línea. La sinceridad siempre debe estar a flote, pero bien debería uno pensar las palabras que elige para ciertos momentos con el fin de no terminar ofendiendo a la persona que tiene enfrente, siempre y cuando los una una relación familiar, de amistad o laboral. Se puede ser sincero y respetuoso a la vez, una cosa no elimina a la otra.

¿Entonces hay que decir, de forma gentil o irrespestuosa, todo lo que pensamos? Bueno, quizás no, porque no todo lo que pensamos probablemente esté bien. Y cuando digo "bien", me refiero a que con el paso de los días quizás aquello que nos parecía "bien" luego nos parece "mal". Quizás no estamos tan convencidos de ese pensamiento. Entonces debemos contemplar bien aquello antes de mencionarlo, y una vez dicho, buscar las palabras precisas para que nuestro mensaje pueda no ser malentendido.

Mientras escribía estos párrafos, pensaba que quizás haya quien tenga estas personalidades exacerbadas y esté leyendo esto. Dicho sea de paso, quizás yo sea preso de alguna de estas actitudes que enumero y todavía no me haya dado cuenta. En todo caso, esto les servirá para meditar acerca de qué es conveniente para la vida de uno. Puede hacerlo pensar. O bien puede comentarme alguna palabra de agrado pero luego denostarme en su cabeza. Porque sale gratis y es más fácil. Es más, sale tan gratis como un test de personalidad.

sábado, 29 de junio de 2013

Soy day



Tengo algo que decirte pero no sé si te va a gustar. Soy day. Sí, finalmente lo asumí. Lógico, costó mucho pero... ¿Qué cómo me di cuenta que soy day? Bueno, déjame contarte que, si bien siempre lo supe, entré en razón hace poco. Estaba haciendo tiempo en una plaza, triste miraba a parejas sonreir, perros correr y viejos jugando al ajedrez. Pensaba que esos viejos podrían morirse en cualquer instante. ¿Cómo llegaron a esa edad? Claro, de la misma forma en la que llegué yo a la mía. Dejé de pensar en ello, y en cierto momento, encontré debajo del banco esta teoría. La teoría de los días, le dicen. Te preguntarás... “¿Qué es eso, comadreja?”. Bueno, significa que uno vive todos los días como si no fuera el último. Quizás algunos me digan “Comadreja, no sé si eso suena alegre o triste, pero yo también vivo así porque sino estaría llorándole a mis familiares todo el tiempo”. No, porque vos no te lo ponés a pensar. Vivis, y haces planes, y vivis, etc. Yo vivo todos mis días pensando que no será el último, pensando efectivamente que hoy no me voy a morir. Soy alguien que vive el hoy y sabe que hoy no le tocará morir. Y dicho así, suena hasta optimista, pero para quien nació con esta forma de vivir, no le es algo opcional.

Sé que hay muchos chicos days por ahí afuera, que no se animan a confesarlo. Pero quiero decirles que se siente muy bien decirlo. Armamos un grupo de Facebook hace poco con unos muchachos que conocí en un bar day y poco a poco vamos captando la atracción hasta de aquellos que no son days. Hugo, quizás el primer day de todos, se animó a convertir a Juan, un amigo de la primaria, en uno más de nosotros. Juan siempre pensaba que su muerte estaba cerca y cruzaba corriendo las avenidas con miedo a que el semáforo cambie de color en la mitad de su trayecto. Ya no más. Si bien sigue pensando en la muerte, al menos piensa que hoy no será el día en que se morirá. Nosotros, los days, quizás nos hagamos la cabeza pensando que existe la posibilidad de morirnos mañana, pero mañana, a fin de cuentas, termina contando como otro hoy entonces vivimos nuestra vida con felicidad, sabiendo que si nos viene a buscar la parca al día siguiente, dejaremos la vida en orden. Esto no significa que seamos tontos optimistas o que no nos deprimamos. Sí, nos deprimimos y hasta a veces, confieso, estoy avergonzado de ser day. Porque por más que piense que hoy no es el día, no existe un día en el que no piense en la muerte.

Jamás había escrito de esto. Es bueno poder expresarlo. Dirás “Sí, dale, comadreja, ya sabía que eras day desde un principio, se notaba de acá hasta al Congo”. Si, puede ser. Pero bueno, hoy me pareció que era el día para decirlo. ¿Mañana? Mañana quien sabe donde estaré.

martes, 18 de junio de 2013

Recuerdo que sonreía.


No sé cómo era. Pero recuerdo que sonreía. Y era lindo. Las flores, el viento, la naturaleza, y toda esa mierda. No me acuerdo mucho, pero recuerdo que sonreía. Que sacaba la cabeza por la ventana del micro y mis labios se levantaban exponiendo a los dientes. Escuchaba música. Buena música. O esa que yo creía que era buena. Ahora no lo sé, no lo recuerdo. Pero me hacía sonreír. Y alguien me hablaba, otro me tocaba el hombro, alguno jugaba con mi poco pelo, pero mi espíritu permanecía intacto. No sentía el contacto, sólo roces como brisas que atinaban a hacerme cosquillas y a prolongar la sonrisa. De vez en cuando relajaba el cuello, lo flexionaba como podía y confiaba en que nada pasaría. Siempre alguien habría para sostenerme. Creo. No lo recuerdo bien. Pero recuerdo que sonreía. Sonreía porque miraba la autopista llena de gente apurada y yo no estaba apurado. Sonreía porque cerraba los ojos y podía chupar el aíre sin que me duela el estómago. Sonreía porque, a pesar de tener mis ataduras, era libre. Sí, a veces quienes están atados también son libres. 
Hoy libertad es una calle, y mis cuerdas son demasiadas como para soltarme y repetir el momento sin estar pensando en nada. Los tiempos son otros. A uno le crece la barba, tiene pelos en lugares que piensa que jamás tendría e insulta al que insulta como uno. Entonces es difícil que la sonrisa se vuelva a poner de moda. Pero lamentablemente, eso no es lo triste. Lo triste es que recuerdo que sonreía. Pero sólo eso. Una sonrisa que era una más entre tantas otras que hoy no recuerdo. Al menos mi memoria no está muerta, y de vez en cuando sonríe, y me permite recordar, que alguna vez, yo pasé por eso.

miércoles, 5 de junio de 2013

Catarsis




Catalina escribe. Escribe sin parar. Las palabras que aparecen en su inconsciente y las cuales son vomitadas por sus manos, en el colorido documento que tiene abierto, se ven subrayadas por un rojo incómodo. Ella continúa escribiendo. No hay puntos, no hay acentos, no hay mayúsculas. Años y años de literatura para que quede a un costado tan burdamente. Nadie la acompaña en la habitación. Es ella y el teclado. Es ella y sus pensamientos. Es ella que, violenta como un sismo, escupe su vida escondida en oraciones mal escritas. Lleva treinta minutos exactos sin dejar de escribir. Cada vez más lento. Notó hace minutos que los dedos también se habían vestido en un rojo incómodo pero no la detuvo. Suena el teléfono pero lo ignora ni siquiera dedicándole una mirada al mismo. Atiende el contestador.

“¿Cata, estás ahí? Estoy preocupado. Atendeme, por favor. No seas boluda.”. 

Ella sigue escribiendo. No se nota un mínimo cambio en ese rostro que se muestra quejoso desde hace ya algunas horas. Lleva escritas 30 páginas y no parece querer detenerse. Estornuda y sigue. Tiene las manos algo salpicadas, las observa ahora pero no hace nada para limpiarlas. Y escucha el ruido de alguien abrir la puerta de su casa. Escucha a alguien entrando. Alguien entra a su habitación y le toca los hombros. Sin dirigirle una palabra, la besa en la mejilla y le pregunta qué está haciendo. Ella se detiene. Le contesta “Catarsis”, la mira a los ojos y llora. Llora mucho. La hermana la acuesta en la cama de la habitación de al lado, le apaga la luz para que duerma y se dedica a leer lo escrito por Catalina. Se encuentra con una secta de sin sentidos llenos de palabras agresivas e insultos. La hermana esboza “Otra vez lo mismo” y cierra la laptop.

Cata tiene frío. Se tapa hasta el cuello y se queda observando la luna por la ventana con ojos de niña y aires esperanzadores. Como pidiéndole deseos, de esos que jamás se le cumplieron en las incontables veces que miró tiernamente el satélite blanco.

viernes, 31 de mayo de 2013

El aviso que no avisa




Un hombre bien vestido asoma la cabeza. El trabajador que se encuentra sentado en la silla frente a su escritorio le hace señas de que pase. El hombre bien vestido entra y cierra la puerta. Con la otra mano está sujetando un clasificado. Está interesado por un trabajo.

                                                                          INTERESADO:
¿Vengo por el aviso?
                                                                          TRABAJADOR:
¿Qué aviso?
                                                                          INTERESADO:
El aviso del diario, que decía “Busco persona que entre a oficina diciendo “vengo por el aviso”
                                                                          TRABAJADOR:
Aah, está bien, está bien.
                                                                          INTERESADO:
Y bueno, ¿tengo el trabajo?
                                                                          TRABAJADOR:
¿Qué trabajo?
                                                                          INTERESADO:
El trabajo, del aviso.
                                                                          TRABAJADOR:
Aaah está bien. Está bien. Nah.
                                                                          INTERESADO:
¿Qué? ¿Pero porqué no? No entiendo, dije lo que tenia que decir
                                                                         
              TRABAJADOR:
Sí, pero verá, usted dijo Vengo por el aviso? O sea, formuló una pregunta cuando en realidad debería haber manifestado una afirmación.
                                                                          INTERESADO:
Me está cargando!! Me vine desde Castelar hasta Nuñez pensando todo el viaje que énfasis tenía que poner en la frase y me quedo afuera por un signo de pregunta. Dejame de joder.
                                                                          TRABAJADOR:
¿Le parece estar buscando trabajando y ser tan brusco?
               INTERESADO:
Ese es mi apellido.
               TRABAJADOR:
Está bien, eso carece de importancia en este momento. Teniendo en cuenta la mala actitud que usted predispone, debería pasar al siguiente hombre. Pero sin embargo, noto cierto carácter positivo, cierta insistencia que podría tornarse favorita a la hora de conseguir el empleo., y caso contrario, la nueva chance sería buena para que recapacite en cuánto a sus modales.
                                                                          INTERESADO:
Cómo no. Si, disculpe, fue un exabrupto. Me entiende. Estaré más cuidadoso. Tengo que abrir la puerta de alguna manera...?
                                                                          TRABAJADOR:
Si, girando la perilla.


El interesado sale de la oficina y vuelve a entrar.


                                                                          INTERESADO:
Buenas tardes. Vengo por el aviso.
                                                                          TRABAJADOR:
¿Qué aviso?
                                                                          INTERESADO:
El aviso. El aviso del diario, que decía “Busco persona que entre a oficina diciendo “Vengo por el aviso“.
                                                                          TRABAJADOR:
Aah, está bien, está bien.
                                                                          INTERESADO:
Y bueno, ¿Tengo el trabajo?
                                                                          TRABAJADOR:
¿Qué trabajo?
               INTERESADO:
¡Pero usted me está delirando! El trabajo, el trabajo del aviso
                                                                          TRABAJADOR:
Aah está bien está bien. Nah, nah.
                                                                          INTERESADO:
¿Qué? ¿Pero porque no?? Dije NUEVAMENTE lo que tenía que decir.
                                                                          TRABAJADOR:
No, porque usted dijo “Buenas tardes” primero, y nadie le mencionó que tenía que agregarle dos palabras previas a lo que tenía que decir.
                                                                          INTERESADO:
A ver, a ver. Me dijo que tenía malos modales, ¿no? ¿Qué tiene de malo entrar y decir “Buenas tardes vengo por el aviso”? Aparte por lo que me dijo, presiento que el trabajo trata sobre modales.
                                                                          TRABAJADOR:
Asumir es tarea de perdedores. Y usted asumió algo y ahora es un perdedor. Y aunque no le guste, ahora usted debe asumir que es un perdedor.
                                                                          INTERESADO:
No, no, porque en el aviso decía que diga “Vengo por el aviso”, y yo a esas palabras las dije.
                                                                         
              TRABAJADOR:
Bueh, bueh. Vamos de vuelta por última vez.


El hombre interesado sale y vuelve a entrar a la oficina.


                                                                          INTERESADO:
Vengo por el aviso.
                                                                          TRABAJADOR:
Perfecto. Tiene el trabajo.
                                                                          INTERESADO:
Vamos, vamos. Bien, bien. ¿Que tengo que hacer?
              TRABAJADOR:
Espere que me paro. Venga para acá. Siéntese en esta sillita de la cuál yo no me separaba hace 20 años., y la próxima persona que venga y le diga correctamente “Vengo por el aviso”, mándelo a la re puta que lo parió., y espere que venga un pelotudo que se equivoque tres veces en mencionar la frase y ahí dele el asiento. El cheque lo estará esperando abajo. Que tenga buenas tardes.

viernes, 1 de febrero de 2013

El hombre que se desvive por Facebook




¿Qué es Salir? No sé, no entiendo. Nunca hice click ahí. Yo arranco el día mirando estados, estados, me informo con estados. Veo como Laura Gianfranco se queja del clima. Leo como Marcos Tekabe dice que le da paja ir a la escuela pero siempre termina yendo. Y chusmeo las fotos de Vero Nica, una chica con la que tuve un amorío hace 11 años y aún no puedo olvidar. Miro sus fotos una y otra vez y pienso que no puedo creer cómo abondoné a una chica como ella. Ahora está con un flaco que tiene toda la pinta de argentino pero que dice vivir en Jamaica. No sé cómo hace para tener una relación tan a distancia. Cuando tempranito me voy a comprar facturas, entro al facebook desde el celular y en las tres cuadras que separan la panaderia de la oficina siempre hago lo mismo: Le mando play a algún enlace que haya subido Lore Day. A veces me llevo disgustos, pero generalmente me gusta mucho lo que sube. Suele colgar temas pop en inglés que me alegran la mañana. Cuando llego a la oficina,... Ah, no les conté. Mi trabajo es mandar mails a las personas que se quejan de los servicios que brinda una cadena de comidas rapidas muy conocida. Trabajo entre cinco y seis horas pero mando más de 400 mails diarios. Al mismo tiempo, chateo con mis amigos conectados al facebook desde la página de Hotmail. Es más dinámico. Igualmente no resisto la tentación y cada mediahora me juego un ratito al Candy Crush. Me re puede.


Al mediodía escribo mi primer estado. Suele estar relacionado con el día que estoy pasando y con lo que me pregunta el crack de Zuckenberg. O Zuckerberg. Algo así, pero es un crack. Eso sí, a la tarde siempre discuto con algún amigo. Es más fuerte que yo. Le ponen "Me gusta" a mis estados pero no los comentan. Eso lo considero una falta de respeto total porque me da la sensación de que no leen lo que escribo. Recuerdo un caso en Bosnia de un hombre que, cansado de esto que menciono, escribió "Si no comentan esta publicación, me corto las venas". El estado recibió diez "Me gusta" y cero comentarios y el tipo ahora está visitando a Steve Jobs. Me van a obligar a terminar igual.


Más tarde, y contrariamente a lo que suelen hacer la mayoría de los ignorantes seres humanos, compro el diario. Tipo cinco de la tarde. Para ver si lo que leí en el facebook un día antes coincide con los diarios mentirosos de turno. A la hora de encarar para casa, les pido a mis amigos que por favor me sigan hablando al facebook que les respondo a todos cuando llegue. El subte no suele darle buena señal a mi celular. Sin embargo, debo decir que soy un maestro en averiguar claves de Wi-fi. Me facilita mucho las cosas, pero bueno, el subte sigue siendo mi contra. Tengo que comprarme otro celular. Llamé a Personal y les pedí que me traigan un Blackberry que tenga señal al viajar en el subte, y me cortaron. A veces no los entiendo a esos chicos. No parecen tener ganas de trabajar.


Acompaño la comida con una de las tantas lindas peliculas que sube Mario Cineclásico. El tipo es un crack. No tanto como Zuckenberg, o Zuckerberg, pero es un crack. Irse a dormir es todo un tema. Dejo el facebook encendido y me duermo con los auriculares puestos. Si me hablan al chat, el sonido me despierta. A la madrugada hablo mucho con Mariano Fraomeni. Él era el conductor de El show del Blooper, en aquel entonces un gracioso programa de la tarde en Telefe. Ahora está casado pero cansado, y me tira los perros toda la noche. Yo no agarro viaje ni aunque me pague pasaje, pero banco que me diga chanchadas porque me divierte hablar con una celebridad.


Creo que eso es todo. Algunos dirán "¿Y coger cuándo?". ¿Coger? Prefiero usar el facebook.

miércoles, 30 de enero de 2013

Competencias y otros complejos sociales



"A mí el grupo me gusta más que a vos. ¿No ves que tengo una remera con ellos cuatro rockeándola?"
"Yo soy más hincha que vos. ¿No ves que voy a la cancha todos los domingos mientras vos te quedas en tu casa mirándolo por la TV pública?"
"Pará, pará... ¿Vos te pensás que sabés más que yo cuando ni terminaste el secundario?"

Podría seguir pero confío en que están claros los ejemplos. Competir se ha vuelto, entre los fanáticos, una obligación. Pareciese ser una cuestión de intelectualidad cuando irónicamente resulta lo contrario. Quién emite estas frases acompañadas de ese mismo pensamiento está siendo lisa y llanamente un constructor de la violencia. Está incitando a un debate sin apertura mental, está queriendo jugar a un multiple choice sin dar opciones. Cuando nota del otro costado una argumentación fundamentada, se regocija en la repetición de sus propias palabras buscando una autoridad inexistente. A fin de cuentas, sólo cree lo que quiere creer no permitiendo que nadie pueda vulnerar su hipotética ideología. Esa búsqueda de personalidad sólo denota miedo. Miedo a que lo que uno cree pueda no ser cierto. Miedo a que lo que a uno no le gusta pueda en realidad ser de su agrado. Miedo a que lo que el otro piense pueda ser racional. Entonces mejor es cerrarse y seguir afianzando esa superioridad fantasmal creada por la sobreexplotación de autoestima.

Alguien dijo que no hay nada mejor que estar seguro. Yo le preguntaría a ese hombre si está seguro de eso. No hay peor ser que quien evita cuestionarse. La duda debería estar siempre, en menores o máximas cantidades, pero siempre en fín, porque es la cual nos invita a pensar una y otra vez qué es lo que estamos haciendo, qué caminos estamos seguiendo, en dónde estamos parados. Con ella viene la ratificación de nuestros actos o el arrepentimiento de los mismos. Por supuesto que la duda constante puede generar neurosis, paranoia y una serie de indecisiones que pueden perjudicarnos, pero confiar en el mito de una verdad absoluta es invitar a la mentira a tomar un trago.

Crecemos pensando que el mejor es el que gana, como si la vida fuese un juego. Inventamos rivales en el transcurso. Enemigos, les decimos. Los vemos y los despreciamos porque compite un puesto laboral con nosotros. O porque dijo algo que no nos agradó. O simplemente porque no nos gusta su cara. Y nos reímos cuando nos dicen que la están pasando mal. Y nos fijamos en qué andan nuestros ex compañeros de primaria para compararnos y definir si tenemos más que ellos, como si la economia momentanea fuese a perdurar por siempre. O como si tener más plata nos "diera" que somos mejores. Y todo esto lo tomamos con normalidad. Anormal consideramos a aquel que se viste de forma excéntrica o tiene gustos que denominamos raros, no a aquel que se fija en los espejos beneficiosos cómo luce y se sonríe mientras ve que quienes pasan detrás no son tan lindos como él.

A mis cercanos, a la gente que quiero, le suelo decir que ante cualquier situación que consideren importante, piensen las cosas tres veces. Si creen que deben hacer algo que pueda cambiar rotundamente la relación con un tercero, se obliguen a pensar en tres oportunidades si aquello que creen qué es correcto es así efectivamente. Porque, como he de mencionar en mi libro, estamos acostumbrados a pensar que la vida es corta y a actuar rápido, pero la vida es larga y las decisiones que tomamos a las apuradas podemos arrepentirnoslas el resto de nuestros días. 

Sólo eso.

miércoles, 16 de enero de 2013

Hola. Mi blog no está muerto.

Hola. Mi blog no está muerto. Sigue estando vivo. Redundancia. Hola. Soy redundante. Lerolero. Pistolero. Y otras boludeces que escribí para que la publicación tenga los caracteres suficientes para ser publicada. Sólo quería decirle que mi blog no ha muerto. Hola. Chau.