miércoles, 19 de diciembre de 2012

Breve charla entre amigos un día antes del supuesto fin del mundo.




- No lo puedo creer, estoy muy triste. Estoy convencido de que mañana es el fin del mundo.
- No va a ser así.
- ¿Y si lo es?
- Bueno, si lo es, mirale el lado positivo.
- ... ¿Y ese cuál es?

2 minutos de silencio. Se queda pensando.

- Que no vas a sufrir más.
- Entonces me pego un tiro ahora y me ahorro un día de sufrimiento.
- Bueno, pero no podrías ver un acto tan lindo como es la destrucción del... Ok, me fui al carajo en positivista, ¿no?
- Si. Sos un pelotudo. Me podría haber matado en este momento por tu culpa. ¿Qué hubiera tenido de positivo eso?
- Que...
- No me contestes.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Cambiate que salimos.


Fantaseo con la idea de no ser yo. Pero en realidad no podría no ser yo. ¿Quién sería? Podría cambiar de vida, pero no de alma, si es que eso existe. 
Mis pensamientos serían los mismos, aunque ahora que lo pienso bien, hace tres días pensaba que los colectiveros eran buenos laburantes, y hoy viajé en el 126  y el chofer me pareció un pelotudo, por lo que cambié mi pensamiento al respecto. Se dispuso a hablar durante mediahora por teléfono con una tal Margarita, que asumo que es su mujer. Hablaron de la carne que iban a comprar para el domingo que venían los padres de ella desde Glew, y le dijo “cuchi-cuchi” en siete oportunidades. Con el viejo pelón de la izquierda nos mirábamos atónitos por la irresponsable manera en que manejaba su manejar. Hacía zigzag entre los autos y pasaba los semáforos como si fueran conos. Luego de cortar el llamado, frenó en una luz roja y un colectivero de otra línea y pasado de líneas le tiró un chiste: “Che, vas más rápido que Toretto, chabón”. “¿Quién es Toretto?” respondió y preguntó el futuro promotor de Speed. “Toretto, el de Rápido y Furioso”, y comenzó a reírse a lo castor. De hecho, en la siguiente luz roja, continuaba riéndose.

Entonces, si mis pensamientos pueden cambiar, ¿Por qué no podría ser otra persona? A su vez, si cambiara todo mi pensar, ya no sería yo. Cambiar de cuerpo es otra cosa. Sería una linda experiencia. De repente ingreso en una jovencita de 18 años que tiene posters de referentes pop en su habitación verde agua. Vive en Palermo, sus padres están llenos de guita pero actúa como si fuera de clase media. No invita a sus amigas a la casa los domingos porque le avergüenza su padre gritando los goles de San Lorenzo a más no poder y puteando al aíre mientras llena la mesa de la cocina de escupitajos. Y ahí estoy yo ahora. ¿Qué hago? Descubro mi nuevo cuerpo. Me siento raro. Me tiro a dormir y siento nostalgia por mi zona genital. Entra a la habitación mi mamá, una tal Margarita, y me dice “Vienen los abuelos a comer hoy. ¿Los vas a esperar a la parada? Tuvieron un largo viaje desde Glew”. 

No me voy a oponer a mi reciente madre. Como desconozco de qué colectivo vienen y me da vergüenza preguntarle a Laura (no sé si mi mama se llama Laura, pero tiene cara de una Laura), los espero en la esquina. Que se caguen. Veo a cincuenta metros a una pareja de ancianos gritando “Diamante, Diamante…” Y ahí descubro mi nombre. ¿Quién puede ser tan grasa de ponerle ese nombre a su hija hoy en día? Sólo un colectivero. Acompañé a mis abuelos hasta la puerta de casa. Mientras, les hablé sobre cuán ídolo me parecía Benedicto XVI, sólo para joderles un poco la cabeza. Entramos y me encontré a mi papá cortando tomates de forma delicada. Me sentí una hija de puto. Sin embargo, él derrochaba una desagradable masculinidad por doquier. En la mesa se contó un chiste: “¿Vieron que cociné como Toretto?”. Estuve a punto de decirle que me parecía un pelotudo, pero una señorita no puede decir esas palabrotas.

A fin de cuentas, mi espíritu permaneció en ese cuerpo. Y mi pensar no se modificó más de la cuenta. Sin embargo, sería importante seguir siendo quién soy pero contradecir mi estado actual. “¿De que mierda hablás? No se te entiende un carajo?”. Esperá, ahí te explico. Y no putees tanto, por favor, menos si sos una señorita. Decía seguir siendo quien soy pero quedarme en quiebra, modificar mis gustos y tener amigos diferentes a los que tengo. ¿Qué sería de mi vida allí? ¿Aún quedaría mi espíritu o sería raptado por el empuje de la clase? ¿Seguiría pensando que cada cual tiene lo suyo mientras escarbo en la basura frente a un Mc Donalds? 
Termino llegando a una conclusión momentánea: La clase media se victimiza como si fuera baja pero sólo quiere ser clase alta. Considera éxito lograr llegar a ese propósito y no sólo tener una familia. La clase alta desprecia a la clase media, la considera involutiva, le toca la cabeza al que tiene menos plata o no es dueño de algo y le dibuja una falsa sonrisa con la que le dice “Vos dependés de mí”. La clase baja ahora sería yo. Y tendría muchas ganas de robarle a estos pelotudos. Pero no podría hacerlo porque yo no pienso así. A menos que no piense como pienso yo…


miércoles, 31 de octubre de 2012

Crítica de la película "El arte de vivir"


La historia comienza a contarse con un plano detalle de la médula osea de la protagonista. La cámara hace un travelling y te muestra unas grandes torres a lo lejos. Son Las Torres Gemelas. Es el año 2001, y ella, al vivir enfrente, va a presenciar una de las más grandes catástrofes que sufrió Estados Unidos. Su nombre es Angélica, tiene un marido pintón y un hijo adolescente, y quiere suicidarse porque cayó en la depresión: Sabe que nunca se le van a cumplir los sueños y que la vida que está viviendo no era lo que quería, no quiere a su hijo y piensa que su esposo es un jubilado a los 40. Cuando presencia el primer choque de avión, ella estaba aplaudiendo en el balcón intentando llamar la atención, pero su suicidio pasa a segundo plano.

Estamos hablando de "El arte de vivir", dirigida por el ganador de 3 Globos de Oro, Michael Douglay Jones., y protagonizada por Laura Tilling, que se entrega en un rol dramático de los que no acostumbramos ver. Atrás pueden quedar esos Saturday Night Live y Whose Line is it Anyway? 
Lucas Moldavio, el marido de Laura en la película, resulta ser un actor argentino salido de la escuela de teatro de Enrique Pinti. Su caracterización como hombre apático es sublime. O debo decir, la mejor actuación de la historia del cine. La película compite esta semana en las carteleras con el estreno de "El secreto de la tormenta", el polémico documental sobre cómo no se besaron Jake Gyllenhall y Heath Ledger en Brookeback Mountain porque consideraban que hacer eso "era de putos". Habrá que elegir. "El arte de vivir" se estrenó en 23 salas, y espero que si hablan bien de ella, les paguen tanto como a mí.

Mario Moldavio.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Historia sobre la flota española.



Hace tiempo no me ataba los cordones. Andaba por la vida con los cordones desatados. Me los pisaba cuantas veces sea. Pensaba que eso era sexy. Mis compañeros relojeaban mis zapatillas, me decían que ya era hora de que entre en razón y empiece a ser más criterioso con mi ropa.

No conocían nada de Larrouse. Gran diccionario gran. Nunca se tiraron a una piscina con un smoking, como he realizado en mis mejores días. Jamás conocieron a Divina Gloria fumándose uno en el Cilindro de Avellaneda. No tienen vida, no saben nada. Mi estilo de vida es inobjetable, ergo entiendo la incomodidad protocolar de mis ñatos. Tiempo atrás estuve perdido en una montaña de deseos. En ella pedí un deseo y no se me cumplió. Deseé que no se me cumpla ningún deseo. Y no se me cumplió el deseo. Lo injusto a plenis. Tomé el libro e intenté perseguirlo. El manual de vida desalineada se dividía en comunas, entregaba soluciones a los que no las necesitaban y ofrecía provisiones a los que no las deseaban. Jamás entendí porque tenía un manual de vida, ya que no lo necesitaba. Pero era positivo realizar lo contrario a las leyes de lo político.

Mis amigos siempre me tildaron de "El Raro". Por minutos imaginé que mi meticulosa manera de mantenerme erguido en una sola pierna podía asimilarse a la fisonomía de un desfigurador de almohadas estirándose para lograr la posición más cómoda, o preparándose para dirigirse al club de yoga más cercano: Una pelotudez.
Me conocían de esa forma debido a que envidiaban mis características. Recuerdo incendiar un dormitorio en el cuál no podía dormir. Belén no estuvo de acuerdo. Obviamente porque era esa su habitación, y era esa su mansión, no es un dato diminuto. Pero no se podía dormir en esa catrera de babieca. Algunos a posteriori me brindaron la sutil idea de que podría haber roto “la siempre amada” cama o su respectivo respaldo, y a otra cosa. Pero no se me había ocurrido. Claro, con el diario del miércoles habla cualquiera.

Mi fuerte era la vestimenta, además de mi musculatura. Me describo como "el rey imperioso de los sacos rojos". He visto a adolescentes sufrir orgasmos al verme cruzar la avenida, pateando charcos con la elegancia de un pato italiano, escupiendo chicles y, próximo, hacer jueguito con la goma masticada sin perder puntos en la atracción femenina y sus deseos repentinos e intocables de copular by night.

La corbata, color sandia de zimbawe (un color que no es conocido aún en Latinoamérica, pero cuando ingrese al mercado de manera definitiva, desmayará a la audiencia y provocará revuelo entre el mundo fashion) era el accesorio más hip que vestía mi esbelto cuerpo. No está de más mencionar que mis alpargatas violetas combinaban a la perfección con la notable (en cuanto a inédita por estos pasillos) corbata, junto al saco rojo y los jeans descostrados.

Siempre fui un modelo a seguir. Placeré quería mi persona para desfilar sobre los escenarios de Pamplona, pero con todo el respeto que se merece, detesto viajar a otros lugares de Europa que no sean Argentina. Placeré se portó de Alicia en el país de las maravillas conmigo. Por eso le hice una fellatio. Pero no le digan a nadie. Probablemente haya muerto por esto. 

Sólo soy un ser que vive sin saber porqué. Pero detras de toda esa capa de superficialidad, siempre se aprende a comprender cosas que ni quien las pone en negrita logra comprender.

lunes, 8 de octubre de 2012

La tierra de la exageración.


Se vislumbra por las calles de Buenos Aires la efímera y extraña tendencia a mencionar con suma soltura la cruza de los límites de lo posible, en pos de hacerle saber al otro que te importa la causa. ¿Y es en realidad así? ¿O es sólo una expresión mundana? "Si llega a venir Marky Ramone a la Argentina, me mato". ¿Por qué, no tenías ganas de verlo? ¿Justo viene y vos te pegás un tiro? Esperá el recital primero y después morí feliz. A su vez, si cada vez que viene Marky Ramone a nuestro país el tipo se muere y luego revive, definitivamente lo hace muy seguido porque viene todos los años. Es obligación mencionar que la última función no estaba tocando bien y mucha gente comenzó a escupirlo. Como ello es parte de la cultura punk, Marky se confundió y pensó que les estaba gustando cómo tocaba, por lo que siguió en la misma linea durante tres horas más. Hoy ya no sé si va a volver el próximo año.

Es trágico que los momentos exacerbados suelen quedarse a mitad de camino y causando la muerte de los mismos cuando se efectúan frases como "Te amo hasta el Infinito". Hay canales más lejos en la guía de programación. Nos quedamos anonadados cuando la mujer nos pone a prueba desde la palabra, lo consideramos una amenaza letal, una piedra a nuestra libertad. Sin embargo el masculino se vanagloria con las inventivas y malagueñas letras de Cacho Castaña que dejan en claro la violencia de género. For example, "Si te agarro con otro te mato, te doy una paliza y después me escapo". Sos cornudo, violento y cagón. Siga entonándolo con orgullo.
Existe esa puja por expresar sentimientos e ir más allá, aunque se suele errar seguido. "No te cambio por nada del mundo" mencionamos en años pasados a una persona por la que hoy preferiríamos cambiar por una moneda de chocolate, de esas con envoltorio dorado y bajo costo.

La emoción puede ser la responsable de diseñar con facilidad microclimas de sensaciones orgásmicas e iracundas. El desarrollo de esos vicios no confesos también forma parte del deleznable ecosistema de las exageraciones. Ese efectivo de más, esa porción de pizza inoportuna en la casa de tus amigos, ese exceso de perfume que te obligó a cancelar una salida debido a que lastimó tu cuello hasta hacerlo semejante a una tira de asado. Todos buscamos de alguna forma, o con facilidad, hacer mucho de lo que nos gusta y nada de lo que no nos agrada. Aunque esto me gustaría pensarlo un poco más. De hecho, lo completo escrito desearía analizarlo detalladamente. Quizás esté equivocado con lo mencionado. Quizás dije dos o tres palabras de más. O peor... Quizás exageré. Quiero pensar que no porque me mataría si fuera así.

viernes, 5 de octubre de 2012

Muchacha ojos de Bernardo el Dinosaurio.


Estás tan linda. Me llamás tanto la atención. Te veo con el pelo suelto, la mirada intrigante, y esa soltura que pareces transmitir,.. Me encantas y no sé que hacer. Es tan difícil para mí decidir estas cosas. Odio que se prejuzgue, o quedar pegado a esos hombres precipitados que embadurnan sus cuerpos de calentura. 
Y a su vez te debes merecer algo mejor que lo que tenes, aunque desconozco qué es de tu vida. No sé si estás nadando por entre los mares de la soltería, si estás casada y con cinco hijos de nombre Junior, si estás experimentando otros campos o si directamente le cerraste las puertas a todo el mundo.
Ahora que me pongo a pensar, no sólo es eso, sino también que no te conozco. No sé cómo llegué acá, pero me gustas. Y me voy a animar, rubia de ojos verdes. Me voy a animar.

Listo, lo hice. Ya está. Ahora no queda otra que esperar. Confío en que aceptarás mi solicitud de amistad.

martes, 25 de septiembre de 2012

La muerte de Freddy


Soy Freddy y no me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedaré dormido. No me quedré drmid. No m quedaé dormido. nO me quedar e ormido. no me queda

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El avión del mirón de turno.




No lo hice en muchas oportunidades, pero es cierto que la primera vez que volé en un avión me enseñó tanto como me perturbó. Fue cuando tuve que hacer ese viaje a Estados Unidos por motivos laborales. Tenía que encontrarme con un diseñador en Nueva York para mostrarle unos modelos de prueba y cerrar finalmente el acuerdo entre las dos marcas. Pero lo del avión fue una experiencia enorme para mí. Y fue increíble estar sentada en el aíre. Debo confesar que al principio me ahogué del miedo, cuando despegó me sentí en una montaña rusa tortuosa, de hecho lloré por dentro, diría. 
Era tan estúpida. 
De hecho, la azafata me hizo apagar el celular, desconocía que no podía tenerlo prendido en vuelo.
A la media hora, aproximadamente, me calmé., fui al baño, me limpié los ojos, me pinté nuevamente los labios, y afronté el resto del viaje con otra cara. Estaba sentada al lado de un muchacho que parecía muy listo, se la pasaba haciendo crucigramas y juegos de ese estilo. Tenía un flequillo muy terco, y el marco de sus anteojos tenía forma de paralelepípedo. Pensé en intentar hacer algo de charla ya que me había olvidado de llevarme algún libro, pero no parecía mucho agradarle tenerme tan cerca. O al menos noté que me miraba con ojos vagos, como si fuera su madre. Me daba la impresión de que era muy tímido, pero que sin embargo le gustaba mucho.

Lo más curioso fue lo que me ocurrió luego. Pedí una manta, me tiré a descansar. Y pensé que nunca iba a poder dormir en una viaje tan largo. Pero sin embargo, no sólo pude, sino que también tuve un sueño muy extraño, en el que me encontraba en una linda casa cenando con un hombre y una mujer de años muchos, y acompañada a mi izquierda por quién se sentaba al lado mío en el avión. Me acuerdo saber que estaba soñando en el mismo sueño. Lo mencionaba una y otra vez en la mesa, pero por primera vez no lograba reaccionar de golpe. Era como si mi inconsciente quisiera estar ahí. Él se me reía, me observaba, se robaba los vasos de sus padres para servirme para tomar, me olía el pelo, se comportaba extraño. Pero no podía soportar los murmullos de sus padres, jamás entendí una palabra de todas las que dijeron, porque sólo quería poner Stop de una vez por todas. Él me puso unos auriculares para que pueda seguir en la mesa sin tener que soportarlos.
Y con coraje, me besó. Y fue un beso erótico, de sorpresa. Y no lo quise rechazar porque quería que durara el mayor tiempo posible. Era el mejor momento de todos. Me sentí cumplida, deseada, lograda, orgásmica...
Pero la mano comenzó a temblar, y él simplemente no paraba de besarme. Quería despegarlo pero no podía. Mientras, veía a sus padres riéndose de mí con tintes maléficos. Me asusté mucho. Me sentí observada. Y cuando él se detuvo, lo miré con furia. Le grité cosas terribles, que se tendría que ver en el espejo, que no podía forzarme de tal manera, y que jamás me podría volver a tocar. Se sentó en la silla y me respondió “Nunca te toqué”. Y siguió comiendo, mientras sus padres hicieron lo mismo.

Al despertarme, el avión había llegado a destino y sólo atiné a acomodarme en el asiento simulando una tranquilidad falsa, reproduciendo acciones innecesarias. Todas, con tal de no verle la cara. Me bajé del avión y mi corazón seguía palpitando. Nunca entendí lo que pasó, pero fue lo más cerca que estuve de una violación. Y este hombre ni me había tocado.
O al menos eso es lo creo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Lo que hablan los hombres en el baño de lo que hablan las mujeres en el baño


Marcos se sacude el pito. Se lo mira como despreciándolo pero sabe que en algún recoveco suyo se muere de ganas de morderlo. Apreta el botón y, hasta que la orina no se fue y el agua vuelva a su lugar correspondiente, no despega la mirada del inodoro. Se da vuelta y ve que en la puerta dice "Puto el que lee", así que saca una lapicera y escribe "Puto serás vos que escribís en una puerta, fracasado" sin darse cuenta que se está insultando a él mismo.
Se cruza con Mario, que está orinando en el mingitorio.

- Che, ese es para los enanos.
- Ya me parecía. Igual está bueno. Te contaba... Viste Laura, la minita de la oficina de arriba?
- Si, la rubia teñida.
- No es teñida. Es ondulada.
- Si, es ondulada y teñida.
- Bue.. siempre tenés que tener razón en todo, no?
- Seguí contándome. ¿Qué onda con la flaquita esa?
- Nada, me tiró los Jonas Gutiérrez en el pasillo.
- ¿Posta? ¿Te miró así tirándote onda o te tiró alguna indirecta?
- Escuchá, escuchá. Me dijo "Andá a fijarte que pasó con la impresora, que se atascó".
- Seguí.
- No, ahí termina.
- ¿Ya está? ¿Esa es la indirecta?
- Para mí está bastante clara.
- Pará... ¿Te guiñó un ojo mientras te lo dijo? ¿Se mordió el dedo? ¿Jugó con el pelo?
- No, no, nada de eso. Me dijo la frase que te digo.
- Ok, ahora yo te pregunto... Vos, en tu casa... ¿El diploma de pelotudo lo tenés en la pared de tu pieza o lo mandaste a enmarcar?
- Callate. Vos porque no sabés nada de minas.
- Cuando venía para el baño, Marina me dijo "Te dejé los informes en el escritorio". La tengo muerta, ¿no?
- No entendés. La impresora está al lado de SU escritorio.
- ¿Me estás diciendo que ella atascó la impresora a propósito para que vos te acerques para allá? Eso es algo que haría un hombre, no una mujer. Y hablando de eso, tenés la pija chica.
- No, para nada, porque.... ¿Qué me dijiste?
- Te miro la entrepierna y es como estar viendo un papel que me dice "Reite".
- Marcos, aguantá un poco, esas cosas no se dicen entre hombres. ¿Qué te pasa? Esas son las cosas que hablan las mujeres en sus baños, no nosotros.
- ¿Y cómo sabés lo que hablan las mujeres en los baños? ¿Entraste alguna vez? ¿Pusiste una grabadora? Yo me las imagino a todas hablando mientras se pintan los labios. Es una fija.
- Para mí deben hablar mierda de nosotros.
- Laura se debe codear con la compañera "Che, el boludo que arregla las maquinas pensó que me lo quería levantar jajaja"
- No me la bajés. Penelope, una ex novia... Vos la conociste.
- ¿La de la nariz grande?
- Sí, por eso la dejé. Bueno, me dijo que las mujeres pueden odiarse entre si, pero el baño las unifica. Ahí son compañeras, se unen para hacer comentarios negativos sobre nosotros.
- ¿Y nosotros qué estamos haciendo, boludo?
- Yo no la estoy bardeando a Laura. Y no me considero alguien patético.
- Te cortaste la ceja como Leo Garcia cuando "Morrisey" fue one hit wonder. No jodamos.
- ¿Por qué siempre me haces acordar de eso?
- Porque lamentablemente no me lo puedo olvidar. Bueno, pará de decir boludeces. Contame, ¿Qué vas a hacer?
- Voy a tirarle algunas indirectas.
- "Laura me gusta el software de tu computadora", "Qué lindo antivirus que instalaste". Si son de ese calibre,...
- No me refería a eso. Quiero saber si tiene novio. Y si no tiene, listo. Es mía.
- ¿Así nomás? O sea... ella te dice que no tiene novio, y vos ya das por sentado que es tuya, así como así.
- Las impresoras son difíciles de atascar.

De una de las puertas sale Laura que al parecer había estado encerrada ahí escuchando toda la conversación. Mira a ambos. Hace un silencio.

- Gracias.

Se retira del baño.

- No entendí que quiso decir. ¿A quién le agradeció?
- No sé. ¿Habrá sido irónico?
- No tengo idea. ¿Qué hago, voy a arreglarle la impresora?
- Que se yo.
- Estoy desorientado. ¿Por qué el "Gracias"?
- No lo vamos a saber nunca. Son mujeres. No podemos entenderlas.

Encaran para la puerta muy confundidos, hasta que Mario lo frena a Marcos.

- Che, no te lavaste.
- Vos tampoco. Ya fue.
- ¿Ellas nos pueden oler el pito de las manos?

Cruzan la puerta.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Whatcha gonna do about it?


- Hey, bro, control yourself.
- I´m gonna kill that mothafucka.
- You are not going to kill anybody, man. Listen to me. You have spent a lot of time in jail.
- Just two fuckin months. No more, no less. And because of that son of a bitch who...
- Hey, calm down. We can work it out. I know some guys that could clean all this mess.
- ¿Really?
- Yeah, trust me. ¿Did i ever let you down?
- Never.

Mark and "Jailhouse" Martin walked through the dirty cities of Brooklyn looking for a place to sleep, but all that they found was an undesired pub which didn´t look  fine at all.

- Cover your face, bro. There´s a cop there.
- Behind me? I don´t care. I want to find Max and beat the shit out of him.
- Shhh!! Are you sick?? Stay here. I´ll make a phone call, ok?

Three minutes later...

- Police!! Keep the hands where i can see them!!
- What tha fuck? I´m just drinking, man. I didn´t do anything.
- No, you´re coming with me.
- Fuckin pig.

The cop took him to the policecar after his friend landed again. He asked the bartender, who told him the situation that happened minutes before. Mark made a grimace, and said to himself: "Well, everything turned just fine"., and asked for a cold beer.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Un nuevo compañero.


Soy Julio y quiero contarles a todos los lectores de este blog, que esta es mi primera publicación acá. Conocí a Facundo en una fiesta de disfraces de una amiga en común, hará alrededor de tres años por el barrio de Lugano, y me contó que era comediante, y un día lo fui a ver. De ahí en más guardamos muchos recuerdos juntos, fuimos a jugar a la pelota en más de una ocasión y nos vemos frecuentemente. Ahora con esto de la facultad se dificulta un poco pero nos seguimos ubicando telefónicamente.
El año pasado, mientras estaba dando vueltas con el tema de la publicación de su libro, le gustó algo que escribí en mi facebook y me ofreció hacerme cargo de este blog para revivirlo y darle algo de escritura diferente a quienes suelen entrar y no encuentran nada. Pero no sabía bien cómo utilizar el blogger y quedó un tanto en el camino. Hará unos meses arranqué un curso de informática y me volvió a copar la idea. Sé también que Facu tiene que hacer una publicación semanalmente, pero me dijo que me encargara de hacer lo que quiera en su blog, que él no lo iba a corregir ni nada por el estilo., y como no sé bien por dónde arrancar, les quiero hacer leer algo de lo que leyó él y pareció gustarle para ver que opinan ustedes.

Se llama "El chau", y es un cuento corto.

"Ese goce estético que el sintagma prepara debajo de la mimesis de la irrenunciabilidad no hace más que disimular un frondoso cocktail de enfermedades. Se siente díos sólo por poseer una orientación espacial, se cree amoroso expertiz del unívoco mundo que cruje minuto a minuto a su excruciante entorno. Imperante, trata a su madre como su arnés y a su hermano como un desalmado programa de televisión. Siendo bastante oneroso, se da cuenta que carece de vista. Que ya no puede construir ese mundo repleto de animalejos inexistentes. Se queja hacía al medio aunque esté criticando a las esquinas. "Ya no podré leer La Hojarasca", lamentó en voz alta cuál artífice de la esencia humana. Y se sentó a esperar a que los demás se disculpen, como si sus transcurriles culturales fueran suficientes como para disponerse a aguardar algo que nunca arribaría."

martes, 31 de julio de 2012

Letra de una canción que no existe pero que si existiera sería número uno en todas las radios aunque nadie se molestara en darse cuenta que no tiene sentido


"Todo placer"

Contigo volveré
Aunque no creas que no
Aunque vos creas que soy
Un perdedor sin canción
Hoy te canto con pasión
No te creas que soy
Un estúpido escorpión
Que da vueltas en la arena
Como un chino con calor.

Mira allá, ¿Te acordás?
Cuando fuimos a pasear
Esa playa te gustaba
Y te la quise comprar
Cuando tomamos en un bar
Señalaste al caminar
Un bocado y una bocada
No podías igualar.

Y nada pasará...
Esos momentos extrañaré.... Ohh Ohhh Ohhhh (X3)

Que giro que hizo mi vida
De bajada en subida
Te me fuiste, querida mía
Mozo tráeme otro café.

Que giro que hizo mi pasión
Hoy yo te quiero a vos
Te me fuiste, amor mío
Mozo tráeme un té con miel.

                                                                          Marcos Popis.

viernes, 13 de julio de 2012

Melancolía.



- Despertate, Javi. Tenés que ir a la escuela.
- No, mamá. ¿No me puedo quedar en casa hoy? Hace mucho frío.
- ¿No tenías la prueba de Ciencias Naturales?
- Sí, pero de seguro no va nadie.
- No te la crees ni vos. Dale, levántate.


Javier se destapa la cara y estira las piernas que aún se encontraban debajo de las sábanas, asumiendo que levantarse era simplemente una irrefrenable cuestión de segundos. Alicia, su mamá, consciente de esta acción, prende la luz.


- ¿Qué hacés? Apagame la luz.
- Bueno, te apago la luz, pero te levantas. Ahí te llevo la estufa al baño para que puedas bañarte calentito.


Alicia le apaga la luz y se dirige a su propia habitación, mientras Javier levanta su cuerpo y se refriega los ojos sentado en la cama. Al escuchar los pasos de su mamá llegar, se vuelve a arrojar haciéndose el dormido.

- Javi, dale. Que se te va la hora y después llegás tarde. Ya está todo preparado. Te dejé la ropa en el baño.
- Ufa! No quiero ir.
- No me hagas enojar. Dale, que corre el agua y después viene una fortuna.
- ¿Me haces una chocolatada?
- Después que salgas de bañarte, si.



Javier se pone las pantuflas y atraviesa corriendo la cocina hasta llegar al baño. En dos minutos, se desnuda, orina y se mete en la ducha pegando un grito alarmante. Alicia desde afuera pregunta preocupada qué fue lo que pasó, y éste le responde que por favor baje el calefón.

- (gritando) Mamá, mirá la remera que me dejaste. ¡ Tráeme otra! ¡Van a pensar que soy un mogólico si uso esto!
- ¡Ey, no digas esa palabra! Ahora te traigo otra remera, vos quedate ahí.



Alicia abre apenas la puerta y le facilita con la mano izquierda una remera naranja un tanto chica. Javier le agradece con un sarcasmo que su mamá no llega a apreciar. Luego de cambiarse, Javier llega a la cocina, toma asiento, y apoya el codo en la mesa y la mano en su cabeza. Alicia lo mira sabiendo que él esta pensando en que recuperará las horas de sueño por la tarde, algo que siempre dice y nunca logra cumplir.

- ¿No hay Criollitas?
- Me hubieses dicho ayer cuando fuimos a comprar a los chinos. Ahora comé esas.


Ella sabía que era de caprichoso nomás, porque le gustaban las galletitas de marca desconocida del tarro gigante que se encontraba sobre la mesa. Mientras las come con cara de disgusto, relojea la televisión que está a sus espaldas con uno de los canales de cable de noticias.


- Mamá, cambiá de canal. ¿Para qué querés ver a ese viejo? Me tiene podrido.
- No me interesa el viejo, sino lo que dice.


"La máxima será de 10°. Por la noche, está pronosticado lluvia. Y para mañana, estará despejado, con una máxima de 15° y una mínima de 20"


- Mamá, dijo "una mínima de 20" ¿Escuchaste? Se equivocó. Es un tarado ese viejo.
- ¿Tenés lista la mochila?
- Si, la preparé anoche. Uh, me olvidé que tenía que comprar un mapa.
- ¡Justo ahora te venís a acordar! Va a estar llena la fotocopiadora cuando lleguemos. ¿Cuál era el que necesitabas?
- Mapa de Argentina. División política.
- Déjame fijar si te encuentro alguno en la pieza.



Mientras Alicia busca entre las carpetas de años anteriores el mapa que su hijo le pidió, Javier toma el control remoto y pone un programa de Golf por un canal de deportes. Y se ríe para adentro.

- Acá te lo encontré, hijo. Fijate que.... ¿Qué pusiste?
- (riéndose) El viejo está jugando al golf ahora.
- Yo buscándote las cosas y vos cargándome. Y encima no terminaste la chocolatada que pediste. Dale, agarrá las cosas que se nos hace tarde.


Javier se pone la mochila, y frena a su mamá.


- No me acompañes, me gustaría irme solo.
- No, no. Vamos juntos, nada de ir solo.
- Son tres cuadras nada más.
- No me importa, vamos juntos.
- Mamá, por favor...
- Te pones pesado eh. Bueno, Javi, está bien. Por esta vez te dejo ir solo.


Su hijo se va a la escuela, y ella recibe una llamada al minuto siguiente. Era Mabel, una amiga de Alicia de su ex trabajo.


- Ah, Mabel, ¿Cómo estás? ¿Que hacés despierta tan temprano?
- Nada, acá andamos, te llamaba para saber que hacías hoy al mediodía. ¿Querés venir a comer a casa?
- No, a la tarde si querés me doy una vuelta. A las doce tengo que ir a buscar al nene a la escuela.
- ¿Qué nene?
- ¿Me estás cargando? A Javier.
- Alicia, ¿Otra vez? Murió hace dos años Javier.



Corta el teléfono y se pone a llorar sola. Luego levanta la cabeza, entra a la habitación de Javier, y quita todos los muñecos. Guarda el mapa en una carpeta, mete la mochila en el placard y se pone a barrer.

viernes, 6 de julio de 2012

Sólo un chiste


"¿Sabés por qué los ciegos no vuelan?
Porque sus perros lazarillos se asustarían"


Este chiste lo escuché en la película "Asalto al tren del dinero", protagonizada por Woody Harrelson y Wesley Snipes hace un buen par de años, y siempre me pareció muy gracioso, a pesar de que a la mayoría de gente que se lo conté se le antojaba poner cara de poker cuando lo escuchaba.
Y entonces yo se los repetía, "¿Cómo, no lo entendiste?" les decía. Hasta que me resignaba. Sin embargo, un par de meses luego lo volvía a contar, y me decían "Eh, pero otra vez el mismo chiste". Y les chicaneaba con "Es que quizás pensé que ahora estarías más grande, y podrías entenderlo".


Creo que nadie lo entendía, más allá de la gracia o no del chiste. Lo cierto es que eso ni me interesaba. Sólo me gustaba contarlo. Y esa no reacción se volvía una adicción para mí, un efecto predecible que acompañaba una burla.

miércoles, 27 de junio de 2012

Laura no está.



Laura caminó por la cornisa pensando en esos mensajes subliminales que no se detenían en aparecer en la pantalla de su mente cuando cerraba los ojos. De un lado hacia el otro, abandonó su pulsera sobre el "suelo" del techo del edificio deseando que la encontrara luego alguien que pueda utilizarla y delirar con lo sucedido. Tenía un vaso de agua en la mano, ingirió un cuarto y sintió ganas de vomitar, aunque eso no provenía de la desenvoltura del líquido en el estómago sino de los motivos que la llevaban a erguirse a más de treinta metros del pavimento que en un futuro conocería cada extremidad de su cuerpo de la forma más completa posible.
No sucedía como había imaginado en un comienzo. No se encontraba rodeada de cámaras de algún canal de noticias siquiera barrial, ni tenía vecinos en el edificio de al lado gritando con pavor por la detención de la acción, ni mucho menos adolescentes con celulares tratando de captar un momento fotográfico inolvidable asumiendo una completa morbosidad ante el suicidio en live.
La carta que ella había arrojado por la puerta de la habitación de su madre probablemente sería leída dentro de un par de días cuando ella se dignara a levantarse del sillón o necesitara ayuda para ir al baño. No le producía pena sino alivio dejar un mundo que a su parecer estaba tan vacío.

Metió la mano en el bolsillo y retiró un chicle. Podía darse el lujo de deglutir el último de su vida y de ser artífice de los globos más triste nunca antes vistos. Las lágrimas se mezclaban con las gotas que comenzaban a caer del cielo. Nadie había pronosticado lluvia, sin embargo. Y ahí tuvo una actitud de olvido: Se encapuchó. Como si le importara no mojarse la cabeza, como si fuese a cambiar algo o como si se estuviese preparando para ir a dar una vuelta al parque. Llevaba consigo también su música. Se puso los auriculares y caminó de izquierda a derecha gambeteando piedras al ritmo de lo que sonaba en sus oídos. De repente paró, y mirando hacía la enorme fábrica de enfrente, un hombre de gafas la había visto. La estaba viendo. Y ella lo observaba hacer mímica, gritar en mudo, mover las manos con señas que marcaban una urgencia que se amoldaba a la situación que intentaba entender. Laura viró para un costado, e intentó acostarse, más allá de que ahora quedara medio cuerpo fuera de la base. Era la única forma que tenía de ver el cielo en su totalidad. Se quitó los auriculares, pero el viento y el agua le inventaron una música para que resaltara magia entre ese entendimiento extraño que se había planteado con el de arriba.

Finalmente se paró. Aquel hombre ya no se encontraba más en la ventana. No importaba ya. Laura se arrojó y se estampó contra el techo de un auto, atrayendo a cantidades de personas que circulaban por las calles. Fue la única forma que tuvo de llamar la atención.

lunes, 18 de junio de 2012

#todosputos




Qué deliciosas son las pastas de mamá. Me siento la mejor hija cuando las como. Sobretodo cuando las rellena con esa salsa que compra en el almacén de la esquina. Que delicioso que es ese almacén también. Me encanta porque siempre tiene de todo, y aparte Don Toto es un amor. Qué delicioso que es Don Toto. ¡Si habré probado su salsa! Aunque ahora no sé que le pasa, que me dejó de mover la estantería y se volvió a encariñar con su mujer. Qué deliciosa que es su mujer. Ayer a la noche la pasamos bárbaro, le dijo al marido que se iba a un recital de Arjona (que para colmo Arjona está ahora en Alemania así que, o muy rápido el vuelo o muy lento Don Toto) y se vino a casa a hacerme lo que su esposo hace un tiempo no le hace. Qué delicioso lo que me hizo: Una pavita al horno. Increíble. Y después pedimos por delivery un kilo de helado, de postre. Qué delicioso el chico del delivery. Le di cuarenta pesos y un tremendo beso. Me miró desconcertado, como diciendo “No puedo creer que una chica tan linda como ella me esté comiendo la boca”. Debo decir que no estaba tan delicioso el beso como el helado de vainilla que pedí. Susana se quejó luego porque detesta incomprensiblemente a las personas que piden helado de vainilla, y ahí nos peleamos, y ella se fue, aunque tengo un buen recuerdo de la noche. Además superé esa pena de amante trucha con facilidad y me puse a ordenar mi habitación con música de fondo. Y Ya hoy me desperté con todas las pilas y me comí unas medialunas de grasa. Qué deliciosas que estaban la semana pasada. Porque hoy estaban horribles. Quise ir al baño a vomitar, pero al final no pude. Ir al baño., porque terminé vomitando en la cocina. Qué delicioso que estuvo mi vomito, según mi perra Flora. Lo tragó todo y me miraba con una sonrisa en la boca como diciendo “¿No tenés más?”. Un asco, encima luego me quería salivar, eso no se hace. Perra mala. Qué delicioso que justamente “Perra mala” es lo que me dijo Susana unas horas después por teléfono cuando tuvimos una conversación dirty a modo de reconciliación. En un momento me asusté porque agarró el teléfono Don Toto y preguntó quien estaba del otro lado, claro, ya estaba sospechando entonces puse voz de hombre y me hice pasar por un corredor de bolsas porque fue lo primero que se me ocurrió. “Qué deliciosa tu voz, hermoso”, me dijo. Y ahí le corté. Todos putos.

jueves, 14 de junio de 2012

Entropía




Necesito ayuda. No puedo encontrar el camino. Puedo ver pero me siento ciego. Siento que me golpean como si fuera una batería. Tengo que seguir. ¿Debo seguir? ¿Debo quedarme parado? Tengo los pies destrozados pero no puedo caer porque no me podría levantar. Y no me puedo quedar parado porque no tengo fuerzas. Tengo que destruir una roca por la mitad, o tirarme a nadar con los ojos cerrados para refrescarme, o sacarme los zapatos y romper con la formalidad de mi vestimenta. No viene nadie. No tengo expectativas. No sufro de falsas promesas porque no tengo a nadie a mi lado. Veo un animal que se aleja. Lo anoto en mi agenda como otro amigo perdido. Empiezo a correr. Me tropiezo. Beso la tierra. Trago un poco. Escupo pero me quedo arrojado como un saco. Muevo los brazos para arriba y para abajo repetitivamente. Escucho un ruido lejano. Como una cerveza cuando es destapada. Sigo tirado. Incluyo a los pájaros que sobrevuelan en mi nueva lista. Dos paisanos me miran la espalda. Los saludo y les guiño el ojo con complicidad, hasta que uno de ellos se transforma en un conocido.

- Boludo, volvé al boliche.
- Ahora voy - le contesto. Ahora voy.

jueves, 7 de junio de 2012

Carta de un tal Juan Pérez.




Buenas. Me llamo Juan Pérez y estoy podrido de que me usen asquerosamente de ejemplo cada vez que se olvidan un puto nombre y apellido. Estaría bueno que se piensen algún otro.  Que sean más creativos. "Marcos Díaz" es pegadizo, ¿no les parece? De hecho, yo conocí a un Marcos Díaz que era tremendo forro, y que me cagaba cuando jugábamos a la tapadita en el recreo. Sería genial que empiece a correr de boca en boca un sinfín de “Marcos Díaz” como si fuera algo normal. También aclaro que tampoco estoy de acuerdo con las cosas que suelen contar de mí. Dejen de hacerme cargo de sus problemas o de los inconvenientes de algún amigo. Jamás viví las situaciones en las que ustedes me convierten en protagonista. Y detesto las manzanas, no entiendo por qué en las escuelas primarias siempre me mencionan como un gran degustador de esa patética fruta que sólo te provoca ganas de defecar. Dicen que como de a cuatro, de a seis, y que hasta a veces me quedo con algunas. Pueden pasar por mi casa y comprobar que no es así.

No está bien lo que hacen. Afecta mi autoestima. No me permite vivir. Ayer caminaba por Corrientes y Callao, me pintó un café y entré a la confitería La Opera. Me pedí un cortado, unas medialunas de manteca y me puse a leer el diario que había encontrado a unos metros, cuando de repente, escucho que de la mesa que se encontraba detrás de mí, me hace mención un hombre con voz tosca. Me doy vuelta pensando que quizás sea un viejo amigo que me reconoció por la nuca, pero era un padre barbudo que le contaba a su hijo, el cuál acariciaba un gatito que se había filtrado por entre la muchedumbre, que se decía que un tal Juan Pérez podía hablar con los animales. Como se imaginaran, no quise que me crearan fama de loco, y se lo negué rotundamente. El chico se fue llorando, y el padre comenzó a insultarme, lo que suele ocurrir cuando uno dice la verdad, que todo sabemos que eso molesta a la gran mayoría. Me dijo que le solucionara los llantos a su hijo que estaba sentado desconsolado en el escalón, y le recomendé que le comprara Dr. Dolittle en el dvdclub ubicado en Rodríguez Peña. Me dio la mano como un caballero, pero sigo pensado que se la escupió antes de dármela.

Sólo dios es capaz de entenderme. Sólo él sabe lo que molesta que utilicen tu nombre en vano. Pero hasta acá hemos llegado. La próxima vez que escuche falsas anécdotas denunciaré a esa persona por difamación. Esto colmó mi paciencia. Nadie en el barrio me respeta, y me molesta que cada vez que me mencionan agreguen “un tal” previo, como si fuera un cualquiera. Lo peor es que siempre dicen que soy el responsable de las tareas, pero nunca veo mi nombre y apellido escrito en los trabajos prácticos que entregan.

Igual, bajando un poco los humos y haciendo autocrítica, debería dejar de quejarme un poco. Peor la ligó mi hermano Jaimito.

lunes, 21 de mayo de 2012

Enjoy the silence.




Caminamos tomados de la mano. Sin miedos. Y con la cabeza levantada. Nuestras retinas se demostraban brillosas. Jamás sabremos si se debía al avasallante sol que teníamos de frente o era la más clara muestra de que la felicidad estaba repercutiendo en nosotros dos. Si bien agarrados fuertemente estábamos, nuestras almas tenían los brazos bien abiertos, más abiertos que nunca. Esa es la mejor forma de abrazar a la libertad. El viento rozaba los rostros sin poder evitar que siguiéramos con los ojos abiertos, y entonces se dedicaba a redescubrir nuestros cuerpos, a chocarnos las piernas, en su manera de hacernos recordar que sí bien ello era vida, todo lo anterior también lo había sido.

Y entramos a tocar las nubes que nos parecieron un puñado de palomitas de maíz, y nos reímos en el mismo momento como si fuera una anécdota que contaríamos días después si tuvieramos el tupé de recordar esa sensación. Fue un segundo. Doblamos la cabeza, nos miramos fijamente, y así ella me dijo “Esto no tiene precio”. No moví la cara. Me quedé mirándola con cara de pelotudo y le asentí con la mente. Luego de una serie de minutos en vacío le contesté “Vivir es un placer. ¿Por qué nos preocupamos tanto por cosas insignificantes?”.
No recuerdo que me contestó. O mejor dicho, no lo pude oír. Las olas taparon lo que me dijo, pero debió haber sido algo hermoso. No tengo la menor duda.