miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mejor no.





Sentirse mejor que el otro puede ser perjudicial para el mundo. Creerte mejor. Como si existiera algo que se tiene y que te hace superior al otro. Esto conlleva una serie de pensamientos que lejos están de promover la unión. Porque creerse inteligente pero no tener el don de argumentar fuertemente para revalidar una teoría que se ubica cerca del nacionalsocialismo es contradictorio. A su vez, deberíamos contemplar que resulta razonable que no se pueda defender lo indefendible. Podría ensayarles, con el bien de ser claro, algunas respuestas cliché y que parecen salir sin previo ni profundo análisis, careciendo de legitimidad. "

"Soy mejor porque trabajo". Esto, como dicta el slogan y traducido al por mayor, querría decir que todos aquellos que trabajan se pueden considerar mejores que aquellos que no. Ahora, ¿Qué sucede cuando lamentablemente este hombre es despedido y alguien que no le cae bien se encuentra con trabajo? ¿Tendría la "nobleza" de reconocer que ese tipo es mejor que él sólo por estar trabajando? ¿Y qué sucede con aquellos que estudian y no trabajan? ¿Aquel cajero de Mc Donalds vendría a ser "mejor" que el estudiante de Ciencias Políticas en la UBA? Pero ¿Qué es lo que sucede lego? Que otra frase célebre, que suele acompañar esta, es "Soy mejor porque tengo cabeza" haciendo hincapié en la supuesta capacidad intelectual. Entonces, mediante esa teoría, aquel desempleado que estudia Ciencias Políticas es ahora mejor que el laburante de Mc Donalds. Y se te cayó la torre. Lo cierto es que no, no es mejor ni peor. Es. Y resulta casi hasta infantil tener que aclarar o justificar semejante tontera.

"Soy mejor porque yo puedo y ellos no". Aquí es donde se presta una confusión de tamaña manera. Hacer algo mejor que el otro no te convierte en alguien mejor que otro, sólo estás siendo una persona que hace algo mejor que el otro. Tan simple como eso. Por supuesto, y deberíamos tener bien en cuenta, que el "Hacer mejor" es completamente subjetivo, y a su vez, que la persona (o personas) con quienes te estás comparando seguramente hagan otras cosas con mayor soltura que vos. ¿Entonces pasarían a ser mejores?
Pero esto no finaliza en cuestiones laborales o económicas, sino que se traslada al campo que más sentimos que nos representa: La cultura, tomando a la música como máximo exponente. Hay una constante que deviene en quejarse, y hasta reírse, de la persona que desconoce algo que nosotros sí (y que según uno, deberían saber para poder escucharlo/ir al recital/ir al evento, etc), como una suerte de competencia no escrita en la que siempre el que cuestiona y supuestamente sabe es quien queda bien parado. Acá la necesidad que se toma como parche es falsa: No ha de interesarle que la persona sepa. No ha de interesarle, mucho menos, que la persona se ponga al tanto de todo. Tampoco ha de interesarle que todos los que vayan a un recital sepan tanto como él. Porque esto lo quitaría del pedestal. Entonces, en lugar de corregir al equivocado y ayudarlo a que entienda los códigos del ambiente, se elige denigrarlo para seguir siendo aquel que sabe más que el otro, para seguir siendo aquel que "es mejor" que el otro.

Para no perder el tiempo desmitificando lemas ya desmitificados, me concentraré en, quizás, el comentario más nocivo y particular del hipotético hombre dios, que termina en quitarle el derecho a todos los que no coinciden con nosotros, siendo aún más extremista. Y que desde las leguas propone "eliminar de la tierra al ser inferior a mí". Este "pensamiento" (lo pongo entre comillas porque considero, con toda sinceridad, que esto no es pensar. Pensar, en estos términos, implica la intención de solucionar un problema, e ir hacia la destrucción está lejos de ser una solución loable, ya que no es más que un impulso simplón que tiene como interés principal aplicar un ley tan inexistente como desigual que no se pediría tener si uno estuviese involucrado, es decir que, sólo se pide porque uno está seguro que no será damnificado) pone en jaque la mayoría, por no decir todos, los dichos anteriores, y poco hace falta que deba aclararlo. Los privilegios en los que uno siempre resulta bien parado no son equitativos y representan un estilo burgués de grupo selectivo, cerrado, que terminan dando a entender que sólo importa él. Porque él es mejor. Y que todas las leyes, antes de ser puestas en movimiento, deban ser cuestionadas por él, una supuesta palabra de autoridad que está dispuesto a perder tiempo hablando de males que no son tales y alejándose de hacer el bien, creando un mundo personal que excede la lógica. Porque la autocrítica queda fuera de campo. Y sólo le importa el culo propio, como si él jamás defecara. 
No somos mejor que nadie, no somos peor que nadie. Somos presos y responsables de nuestros actos. Y así como se celebran los éxitos, no habrá nada peor que convivir una vida llena de culpas y remordimientos, y darse cuenta a cierta edad que la casa en la que nos criamos estaba encerrada en una gigantesca burbuja que lamentablemente sólo explota cuando algún hecho que desequilibre la balanza termine sucediendo.

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