Qué deliciosas son las pastas de mamá. Me siento la mejor hija cuando las como. Sobretodo cuando las rellena
con esa salsa que compra en el almacén de la esquina. Que delicioso que es ese
almacén también. Me encanta porque siempre tiene de todo, y aparte Don Toto es
un amor. Qué delicioso que es Don Toto. ¡Si habré probado su salsa! Aunque
ahora no sé que le pasa, que me dejó de mover la estantería y se volvió a
encariñar con su mujer. Qué deliciosa que es su mujer. Ayer a la noche la pasamos
bárbaro, le dijo al marido que se iba a un recital de Arjona (que para colmo
Arjona está ahora en Alemania así que, o muy rápido el vuelo o muy lento Don
Toto) y se vino a casa a hacerme lo que su esposo hace un tiempo no le
hace. Qué delicioso lo que me hizo: Una pavita al horno. Increíble. Y después
pedimos por delivery un kilo de helado, de postre. Qué delicioso el chico del
delivery. Le di cuarenta pesos y un tremendo beso. Me miró desconcertado, como
diciendo “No puedo creer que una chica tan linda como ella me esté comiendo la
boca”. Debo decir que no estaba tan delicioso el beso como el helado de vainilla que
pedí. Susana se quejó luego porque detesta incomprensiblemente a las personas que piden helado de
vainilla, y ahí nos peleamos, y ella se fue, aunque tengo un buen recuerdo de la
noche. Además superé esa pena de amante trucha con facilidad y me puse a
ordenar mi habitación con música de fondo. Y Ya hoy me desperté con todas las
pilas y me comí unas medialunas de grasa. Qué deliciosas que estaban la semana
pasada. Porque hoy estaban horribles. Quise ir al baño a vomitar, pero al final
no pude. Ir al baño., porque terminé vomitando en la cocina. Qué delicioso que estuvo mi vomito,
según mi perra Flora. Lo tragó todo y me miraba con una sonrisa en la boca como
diciendo “¿No tenés más?”. Un asco, encima luego me quería salivar, eso no se
hace. Perra mala. Qué delicioso que justamente “Perra mala” es lo que me dijo
Susana unas horas después por teléfono cuando tuvimos una conversación dirty a
modo de reconciliación. En un momento me asusté porque agarró el teléfono Don
Toto y preguntó quien estaba del otro lado, claro, ya estaba sospechando entonces puse voz de hombre y me hice pasar por un corredor de
bolsas porque fue lo primero que se me ocurrió. “Qué deliciosa tu voz, hermoso”, me dijo. Y ahí le corté. Todos
putos.
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