miércoles, 19 de septiembre de 2012

El avión del mirón de turno.




No lo hice en muchas oportunidades, pero es cierto que la primera vez que volé en un avión me enseñó tanto como me perturbó. Fue cuando tuve que hacer ese viaje a Estados Unidos por motivos laborales. Tenía que encontrarme con un diseñador en Nueva York para mostrarle unos modelos de prueba y cerrar finalmente el acuerdo entre las dos marcas. Pero lo del avión fue una experiencia enorme para mí. Y fue increíble estar sentada en el aíre. Debo confesar que al principio me ahogué del miedo, cuando despegó me sentí en una montaña rusa tortuosa, de hecho lloré por dentro, diría. 
Era tan estúpida. 
De hecho, la azafata me hizo apagar el celular, desconocía que no podía tenerlo prendido en vuelo.
A la media hora, aproximadamente, me calmé., fui al baño, me limpié los ojos, me pinté nuevamente los labios, y afronté el resto del viaje con otra cara. Estaba sentada al lado de un muchacho que parecía muy listo, se la pasaba haciendo crucigramas y juegos de ese estilo. Tenía un flequillo muy terco, y el marco de sus anteojos tenía forma de paralelepípedo. Pensé en intentar hacer algo de charla ya que me había olvidado de llevarme algún libro, pero no parecía mucho agradarle tenerme tan cerca. O al menos noté que me miraba con ojos vagos, como si fuera su madre. Me daba la impresión de que era muy tímido, pero que sin embargo le gustaba mucho.

Lo más curioso fue lo que me ocurrió luego. Pedí una manta, me tiré a descansar. Y pensé que nunca iba a poder dormir en una viaje tan largo. Pero sin embargo, no sólo pude, sino que también tuve un sueño muy extraño, en el que me encontraba en una linda casa cenando con un hombre y una mujer de años muchos, y acompañada a mi izquierda por quién se sentaba al lado mío en el avión. Me acuerdo saber que estaba soñando en el mismo sueño. Lo mencionaba una y otra vez en la mesa, pero por primera vez no lograba reaccionar de golpe. Era como si mi inconsciente quisiera estar ahí. Él se me reía, me observaba, se robaba los vasos de sus padres para servirme para tomar, me olía el pelo, se comportaba extraño. Pero no podía soportar los murmullos de sus padres, jamás entendí una palabra de todas las que dijeron, porque sólo quería poner Stop de una vez por todas. Él me puso unos auriculares para que pueda seguir en la mesa sin tener que soportarlos.
Y con coraje, me besó. Y fue un beso erótico, de sorpresa. Y no lo quise rechazar porque quería que durara el mayor tiempo posible. Era el mejor momento de todos. Me sentí cumplida, deseada, lograda, orgásmica...
Pero la mano comenzó a temblar, y él simplemente no paraba de besarme. Quería despegarlo pero no podía. Mientras, veía a sus padres riéndose de mí con tintes maléficos. Me asusté mucho. Me sentí observada. Y cuando él se detuvo, lo miré con furia. Le grité cosas terribles, que se tendría que ver en el espejo, que no podía forzarme de tal manera, y que jamás me podría volver a tocar. Se sentó en la silla y me respondió “Nunca te toqué”. Y siguió comiendo, mientras sus padres hicieron lo mismo.

Al despertarme, el avión había llegado a destino y sólo atiné a acomodarme en el asiento simulando una tranquilidad falsa, reproduciendo acciones innecesarias. Todas, con tal de no verle la cara. Me bajé del avión y mi corazón seguía palpitando. Nunca entendí lo que pasó, pero fue lo más cerca que estuve de una violación. Y este hombre ni me había tocado.
O al menos eso es lo creo.

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