Hace tiempo no me
ataba los cordones. Andaba por la vida con los cordones desatados. Me los
pisaba cuantas veces sea. Pensaba que eso era sexy. Mis compañeros relojeaban
mis zapatillas, me decían que ya era hora de que entre en razón y empiece a ser
más criterioso con mi ropa.
No conocían nada de
Larrouse. Gran diccionario gran. Nunca se tiraron a una piscina con un smoking,
como he realizado en mis mejores días. Jamás conocieron a Divina Gloria
fumándose uno en el Cilindro de Avellaneda. No tienen vida, no saben nada. Mi
estilo de vida es inobjetable, ergo entiendo la incomodidad protocolar de mis
ñatos. Tiempo atrás estuve perdido en una
montaña de deseos. En ella pedí un deseo y no se me cumplió. Deseé que no se me
cumpla ningún deseo. Y no se me cumplió el deseo. Lo injusto a plenis. Tomé el libro e intenté perseguirlo. El manual de vida
desalineada se dividía en comunas, entregaba soluciones a los que no las
necesitaban y ofrecía provisiones a los que no las deseaban. Jamás entendí
porque tenía un manual de vida, ya que no lo necesitaba. Pero era positivo
realizar lo contrario a las leyes de lo político.
Mis amigos siempre me
tildaron de "El Raro". Por minutos imaginé que mi meticulosa manera
de mantenerme erguido en una sola pierna podía asimilarse a la fisonomía de un desfigurador
de almohadas estirándose para lograr la posición más cómoda, o preparándose
para dirigirse al club de yoga más cercano: Una pelotudez.
Me conocían de esa
forma debido a que envidiaban mis características. Recuerdo incendiar un
dormitorio en el cuál no podía dormir. Belén no estuvo de acuerdo. Obviamente
porque era esa su habitación, y era esa su mansión, no es un dato diminuto.
Pero no se podía dormir en esa catrera de babieca. Algunos a posteriori me
brindaron la sutil idea de que podría haber roto “la siempre amada” cama o su
respectivo respaldo, y a otra cosa. Pero no se me había ocurrido. Claro, con el
diario del miércoles habla cualquiera.
Mi fuerte era la
vestimenta, además de mi musculatura. Me describo como "el rey imperioso
de los sacos rojos". He visto a adolescentes sufrir orgasmos al verme
cruzar la avenida, pateando charcos con la elegancia de un pato italiano,
escupiendo chicles y, próximo, hacer jueguito con la goma masticada sin perder
puntos en la atracción femenina y sus deseos repentinos e intocables de copular
by night.
La corbata, color sandia
de zimbawe (un color que no es conocido aún en Latinoamérica, pero cuando
ingrese al mercado de manera definitiva, desmayará a la audiencia y provocará
revuelo entre el mundo fashion) era el accesorio más hip que vestía mi esbelto cuerpo.
No está de más mencionar que mis alpargatas violetas combinaban a la perfección
con la notable (en cuanto a inédita por estos pasillos) corbata, junto al saco
rojo y los jeans descostrados.
Siempre fui un modelo
a seguir. Placeré quería mi persona para desfilar sobre los escenarios de
Pamplona, pero con todo el respeto que se merece, detesto viajar a otros
lugares de Europa que no sean Argentina. Placeré se portó de Alicia en el país
de las maravillas conmigo. Por eso le hice una fellatio. Pero no le digan a
nadie. Probablemente haya muerto por esto.
Sólo soy un ser que vive sin saber porqué. Pero detras de toda esa capa de superficialidad, siempre se aprende a comprender
cosas que ni quien las pone en negrita logra comprender.
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