No lo hice en muchas oportunidades, pero es cierto que la primera vez que volé en
un avión me enseñó tanto como me perturbó. Fue cuando tuve que hacer ese viaje a
Estados Unidos por motivos laborales. Tenía que encontrarme con un diseñador en
Nueva York para mostrarle unos modelos de prueba y cerrar finalmente el acuerdo
entre las dos marcas. Pero lo del avión fue una experiencia enorme para mí. Y
fue increíble estar sentada en el aíre. Debo confesar que al principio me
ahogué del miedo, cuando despegó me sentí en una montaña rusa tortuosa, de
hecho lloré por dentro, diría.
Era tan estúpida.
De hecho, la azafata me hizo apagar el celular, desconocía que no podía tenerlo prendido en vuelo.
Era tan estúpida.
De hecho, la azafata me hizo apagar el celular, desconocía que no podía tenerlo prendido en vuelo.
A la media hora, aproximadamente, me calmé., fui
al baño, me limpié los ojos, me pinté nuevamente los labios, y afronté el resto
del viaje con otra cara. Estaba sentada al lado de un muchacho que parecía muy
listo, se la pasaba haciendo crucigramas y juegos de ese estilo. Tenía un
flequillo muy terco, y el marco de sus anteojos tenía forma de paralelepípedo. Pensé
en intentar hacer algo de charla ya que me había olvidado de llevarme algún
libro, pero no parecía mucho agradarle tenerme tan cerca. O al menos noté que
me miraba con ojos vagos, como si fuera su madre. Me daba la impresión de que
era muy tímido, pero que sin embargo le gustaba mucho.
Lo más curioso fue lo que me ocurrió luego. Pedí una manta,
me tiré a descansar. Y pensé que nunca iba a poder dormir en una viaje tan largo.
Pero sin embargo, no sólo pude, sino que también tuve un sueño muy extraño, en
el que me encontraba en una linda casa cenando con un hombre y una mujer de
años muchos, y acompañada a mi izquierda por quién se sentaba al lado mío en el
avión. Me acuerdo saber que estaba soñando en el mismo sueño. Lo mencionaba una y otra vez en la mesa, pero por primera vez no lograba reaccionar de golpe. Era como si mi inconsciente
quisiera estar ahí. Él se me reía, me observaba, se robaba los vasos de sus
padres para servirme para tomar, me olía el pelo, se comportaba extraño. Pero
no podía soportar los murmullos de sus padres, jamás entendí una palabra de
todas las que dijeron, porque sólo quería poner Stop de una vez por todas. Él me puso unos
auriculares para que pueda seguir en la mesa sin tener que soportarlos.
Y con coraje, me besó. Y fue un beso erótico, de sorpresa. Y no lo quise
rechazar porque quería que durara el mayor tiempo posible. Era el mejor momento de
todos. Me sentí cumplida, deseada, lograda, orgásmica...
Pero la mano comenzó a temblar, y él simplemente no paraba de besarme. Quería despegarlo pero no podía. Mientras, veía a sus padres riéndose de mí con tintes maléficos. Me asusté mucho. Me sentí observada. Y cuando él se detuvo, lo miré con furia. Le grité cosas terribles, que se tendría que ver en el espejo, que no podía forzarme de tal manera, y que jamás me podría volver a tocar. Se sentó en la silla y me respondió “Nunca te toqué”. Y siguió comiendo, mientras sus padres hicieron lo mismo.
Pero la mano comenzó a temblar, y él simplemente no paraba de besarme. Quería despegarlo pero no podía. Mientras, veía a sus padres riéndose de mí con tintes maléficos. Me asusté mucho. Me sentí observada. Y cuando él se detuvo, lo miré con furia. Le grité cosas terribles, que se tendría que ver en el espejo, que no podía forzarme de tal manera, y que jamás me podría volver a tocar. Se sentó en la silla y me respondió “Nunca te toqué”. Y siguió comiendo, mientras sus padres hicieron lo mismo.
Al despertarme, el avión había llegado a destino y sólo
atiné a acomodarme en el asiento simulando una tranquilidad falsa,
reproduciendo acciones innecesarias. Todas, con tal de no verle la cara. Me
bajé del avión y mi corazón seguía palpitando. Nunca entendí lo que pasó, pero
fue lo más cerca que estuve de una violación. Y este hombre ni me había tocado.
O al menos eso es lo creo.
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